martes, 22 de abril de 2014

Not another Disney princess

Erase una vez una niña llamada Magdalena, una encantadora infanta que lo había tenido todo en su vida: creció con lindos y simpáticos animalitos, en una casa con patio enorme, rodeada de sauces llorones entre medio de cuyas ramas reía y reunía gente para alabarlo, con un papá, una mamá y una nana que le juraron amor eterno...Magdalena no tenía derecho a quejarse.
Esta niña fue fruto de un amor frikiado: su padre pertenecía a la clase alta y trataba de pasar desapercibido en la sociedad vistiéndose de colores opacos y oscuros, mientras que su madre pertenecía a la clase media y trataba de no pasar desapercibida vistiendo colores fuertes y ropas extravagantes. Un hada madrina que seguramente, al igual como lo haría Magdalena años más tarde, tomó una micro equivocada y llegó donde no tenía que llegar, se cruzó en el camino de estos dos seres y los unió bajo el sacramento del matrimonio por trece años. Los padres de Magdalena quisieron, como ya dijimos más arriba, brindarle lo mejor a ella y sus hermanas. Es por eso que fueron educadas en un conocido colegio de mujeres de la capital del reino de Chile, en donde las instruirían para ser unas lindas, decentes y recatadas señoritas. Había mucho de dónde aprender, pues sus compañeritas e institutrices eran ejemplos dignos de imitar a ojos de los padres de Magdalena. Sin embargo, la niña en cuestión había crecido rodeada de amigos como las Tortugas Ninja y su padre había estimulado su pasión por los autos y la resolución de problemas logísticos que en la sociedad imperante eran de interés de los hombres. Entrar a este colegio en que tuvo que reprimir muchos gustos por cosas que eran "de niñito" hizo que Magdalena creciera con un gran talento para controlar su personalidad en desarrollo y aprender a mostrar su lado lady, domado y recatado que tan bien valorado era en su colegio. 

Sin embargo nadie advirtió los efectos que todo esto tendría en Magdalena: la mayoría del tiempo sería una persona tranquila, aparentemente femenina, simpática y que no hablaba más de lo que a una damita le correspondía, pero cuando la maldá atacara se convertiría en un torbellino de desgracia y muerte. Fue así como en muchas ocasiones se vio en la necesidad de ahogar pollitos, maltratar a sus hermanas, estar convencida de que era una bruja con superpoderes y otras cosas.

Hubo un día en que todo esto llegaría muy lejos. Atribuyámosle la culpa al cambio de siglo y de milenio que se vivió entre 1999 y el 2000. Magdalena se encontraba jugando en su castillo imaginario, en compañía de sus miles de perros, gatos, ranas, loros y conejos, cuando de pronto recordó que sus primas vecinas tenían acceso a la novedad de esos tiempos: LA INTERNET. Al descubrir las bondades que esta herramienta ofrecía (por ejemplo, que se podían vitrinear Furbys eternamente) Magdalena comenzó a frecuentar la casa de sus primas más que nunca.


E-e-e-es perfectooooooooo

 Esta vez no fue la excepción. En búsqueda de un poco de diversión, Magdalena concurrió a casa de sus primas encontrando tan solo a Sofía, la menor de ellas (tenía tres años) y a Nelly, la nana. Sofía no era para nada entusiasmante: sus hobbies eran llorar, gritar, patalear, exigir y poner cara de inocente mientras chupaba su mamadera. Por esos años habían aparecido recién las leches chocolatadas en caja y Sofía era feliz mamando y mamando ese biberón hasta quedar con un sutil bigote café que a Magdalena le causaba mucha envidia. Ese día Nelly le contó a Magdalena que su tía había hecho la inversión del nuevo milenio: sábanas blancas para TODA la casa, y cuando Nelly contó esto, la cabeza de Magdalena automáticamente necesitó transformar esta situación de jolgorio y orgullo en llanto y miseria ¿de qué forma?

A nuestra protagonista no se le ocurrió nada más tierno y solidario que usurparle a Sofía su preciada mamadera llena de leche chocolatada y usarla como el arma mortal. Cuando Nelly se encerró con Sofía en la cocina para preparar la cena de ese día, Magdalena corrió con el arma robada a través de la casa buscando alguien a quien atacar. Se aproximó al living: no encontró nada que amenazara su existencia. Luego salió al patio, sin embargo Gurka, la perra-dragona asesina de la casa, no se encontraba cerca. Volvió a entrar y recorrió el pasillo que conectaba las distintas habitaciones de la casa. La sala de estar no ofrecía amenazas algunas. Avanzó por el pasillo y entró al baño de visitas. Solo había un papel higiénico con un diseño que le pareció amenazante: huellas de labios de mujer pintados con rouge. Se detuvo para mirarlos un rato y ver en qué sentido sentía amenazada su existencia hasta que se dio cuenta de que no tenía ganas de ir al baño como para que ese papel higiénico hiciera lo suyo. Cerró la puerta y siguió por el pasillo. Llegó a las piezas y encontró a su víctima: las sábanas blancas de sus primas. Desenfundó su mamadera y atacó a su víctima por la parte que más la hiriera: SU BLANCURA. Empapó las sábanas de leche chocolatada y cuando escuchó un ruido decidió que era hora de seguir. siguió avanzando por el pasillo y se encontró con la pieza de Sofía, que también tenía nuevas sábanas y blancas. Esto último le pareció de lo más amenazante e insegurizante, por lo que sin dudarlo intentó vaciar el biberón en ellas. No lo hizo, pues se dio cuenta de que quedaba una importante misión: la pieza de los tíos. Corrió a ver qué panorama ofrecía esa habitación y se encontró con más: sábanas blancas de DOS PLAZAS Y MEDIA. Cuando las sábanas vieron a Magdalena lanzaron un estruendo como de perro moribundo tratando de defenderse. Intentaron arañarla pero Magdalena pudo hacerle bien el quite a las garras. Luego de un épico enfrentamiento, cuando Magdalena pudo abatir a su enemigo coronó su triunfo con lo que fuera la huella de su paso: dibujar una hermosa mancha con la mamadera encima de su enemigo. Y así lo hizo. Podría haber escrito algo pero en realidad el único sentido que tenía esta batalla era DARLA, nada más. Cuando escuchó un sonido que revelaba que alguien que podría delatarla se aproximaba abrió la ventana de la habitación y corrió por dos días de vuelta a su casa, abandonando el arma con que se hiciera una criminal de guerra sin identidad clara y dejando atrás una gloriosa batalla del yo v/s el otro yo.

Nelly acusó a Sofía de ser la responsable del delito, pues era la única persona que circulaba por la casa en compañía del biberón.
Sofía fue declarada culpable y pasó años en prisión sin que nunca se supiera que en realidad ella era inocente.

Magdalena nunca logró limpiar su conciencia del todo, pues mientras actuaba sabía que estaba haciendo algo mal, sin embargo el control de su personalidad no podía ser tal.

1 comentario:

  1. magdalena,
    despues de un acabado sicoanalisis he llegado a la conclusion de que estas irremediablemente loca (las mejores personas lo estan, alicia en el país de las maravillas) tu odio a las sábanas blancas claramente procede del pecado original y no hay nada mas que someterte a un disciplinamiento exacerbado en base a pan con manjar, en síntesis, los sicopatas de viña no son nadie al lado tuyo

    ResponderEliminar