martes, 12 de mayo de 2015

Conque querías vivir sola...

Cuando era chica me gustaba MUCHO escribir. Escribía casi todos los días, y no bastaba con diario de vida, sino que también tenía croqueras en donde dibujaba lo que me parecía el mundo y en donde además, a través de la prosa, escribía sobre qué me parecía el mundo. Pienso que haber adoptado ese mecanismo de escribirlo todo respondía en gran parte a que en mi vida estaban pasando muchas cosas y a pesar de que tenía buenas amigas nunca sentí que entendieran del todo sobre lo que les hablaba, sobre lo que significaba para mí lo que estaba viviendo.
En fin. Escribía harto. Y muchas veces se debía al descontento que sentía viviendo con mi mamá. 
Hace poco, en unas circunstancias que ya mencionaré, me encontré con una de estas croqueras. Había una página en la que, luego de haber expresado mi rabia por un motivo en particular, venía la siguiente leyenda e ilustración:


Ok. Ahora les cuento en qué contexto me encontré con esta croquera: aquel fin de semana yo me estaba cambiando de casa y...¿adivinen para qué? para vivir SOLA, SOLA, SOLA, SIN NADIE, PERO ABSOLUTAMENTE NADIE A MI LADO, NI MIS AMIGOS, NI MI FAMILIA, NI ANIMALES, NADA DE ESO. SOLO PLANTAS MÚSICA, LIBROS Y YO. Y me da demasiada risa darme cuenta de que este deseo se cumplió sin quererlo. De hecho el único ser vivo aparte de mi que habita en esta casa son mis plantas, y los adornos consisten principalmente en cds, vinilos y libros ajajajajajajaj.
Bueno, pero poniéndome un poco más seria, me causa risa porque creo que la imagen mental que en ese momento tenía sobre la idea de "vivir sola" era NADA que ver con lo que hubiese pasado si en ese momento una catapulta mágica me hubiese arrojado a una casa donde no habitaran más que plantas, libros y cds. Me habría querido ver en esas. En aquella época realmente no sabía hacer NADA en mi casa, ni lavar ropa, no pasaba la aspiradora, no lavaba la loza que usaba, ES MÁS tenía la ilustrísima costumbre de tomar líquidos en vasos y después dejarlos nada más ni nada menos que en el suelo, para que después mi mamá llegara raja de la pega y en el camino a recostarse en su cama le diera el clásico puntapié al vaso que yo había dejado en la mitad del pasillo (sí, me sentaba en la mitad del pasillo porque había una calientita estufa al lado de la cual hibernaba) recibiendo así mi una de mis reprimendas diarias por no colaborar absolutamente nada en el trabajo doméstico. 
No, pero en serio. Con lo nada de conocimientos que tenía en esa época, probablemente no habría sabido que el papel higiénico se obtenía en los supermercados, por lo que habría usado las hojas de los libros para aquellos fines, probablemente también hubiese esperado que al instalarme a hablarle a un gomero éste automáticamente se transformaría en una nana que me haría el aseo de toda la casa y me dejaría la camita tan estirada y bien hecha como lo hacía mi mamá, al más puro estilo de que rebote la moneda en la sábana. Es más que seguro que me habría muerto esperando a que eso ocurriera.
Voy a contar un episodio altamente patético: una vez, en esa misma época, quise calentarme un plato de comida. Y como era pajera decidí hacerlo en el microondas. Imaginemos que se trataba de un plato de porotos: saqué el plato de porotos del refri, le saqué el papelito de plástico que lo cubría y protegía de los malos olores del refri, saqué una cuchara para pegarle una revuelta a los porotos porque ya tenían una capita seca en la superficie, y PUM pa adentro (del microondas). Mientras esperaba sentada en el pasillo a que mi delicioso platillo estuviese listo, empecé a sentir olor a quemado. Cuando caché que el olor era lo bastante crítico como pa mover la raja del piso del pasillo agarré una nalga con cada mano y me puse de pie para ir a ver qué estaba pasando con mi plato. Cuando me paré frente al microondas no entendí nada: mi comida estaba EN LLAMAS.



No entendía qué era lo que estaba pasando. Cuando abrí el microondas me di cuenta de que nunca saqué la cuchara con la que había revuelto el contenido del plato, y eso era lo que había provocado el mini-incendio.

A pesar de que hace un año atrás no tenía intenciones de irme a vivir sola, de todas formas se me debiera haber vedado esa opción: una vez mis buenas intenciones con en planeta llegaron tan lejos que, con el objetivo de ahorrar agua, me quise hacer unos fideos con la misma agua que estaba dentro de un guatero que había adquirido recientemente. Nunca pensé que, al estar nuevo el guatero, el agua iba a estar pasada a goma y que mis fideos me hubiesen hecho sentir que estaba mascando una ferretería.

Eso no es todo. A medida que me vaya acordando voy a ir poniendo acá todos los estúpidos accidentes domésticos que he tenido en mi vida.

Existe una alta probabilidad de que esta columna haya sido escrita con el objetivo de sentirme un poco mejor por las cagadas domésticas que recientemente me he mandado viviendo sola, pero al menos estoy segura de que más de algo he aprendido con los años y que, espero, seguiré perfeccionando con esta nueva aventura.

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