miércoles, 21 de noviembre de 2012

De aquéllas

No en pocas ocasiones he pensado "bueno, en realidad tengo hartas historias buenas que contar y que nadie me las cree" y por el hecho de ser tantas me voy olvidando rápidamente de los detalles que hacen a esas historias más sabrosas...así que he decidido (veamos cuánto me dura) comenzar a escribir aquellas cosas de las que me acuerdo que me han pasado y que son divertidas...hoy contaré de una inolvidable travesía:

Durante Febrero de este año con Maxi -mi querido pololo- nos fuimos a Perú y a Bolivia. Creo que no fue una buena decisión haber hecho el viaje en el orden que lo hicimos (primero Perú y después Bolivia) porque como Bolivia en más desordenado que Perú el último dejo del viaje iba a ser esa amargura que a veces se siente en Bolivia, donde a mi parecer las fauces de la modernidad sólo han llegado a través de los turistas...jamás con la intención de quedarse. En fin. Bolivia es conocido por su nivel de despelote y no digamos tampoco que no tuvimos excusas para angustiarnos: yo ya había estado antes en Bolivia pero no me habían cagado de la forma en que lo hacían esta vez. Quizás lo noté más porque esta vez andaba con menos plata.
Ya habíamos pasado por varias situaciones desagradables desde el mismo día en que pusimos un pie en Bolivia (nuestro barco desde la isla del sol a Copacabana se había "esfumado" y después descubrimos que nuestros celulares habían enloquecido con el cambio de hora automático en la pasada Perú-Bolivia, nos cobraron más caro por irnos en una lancha no-turística luego de correr y correr para alcanzarla, los carnavales nos habían dejado empapados de agua y serpentinas pegotes, hubo malos cálculos de tiempo que nos hicieron estar un tiempo miserable en Sucre-. Habíamos llegado a Uyuni y con eso al final de nuestro viaje, por lo que sólo esperábamos que todo resultara bien para irnos con una buena impresión de vuelta a Santiago. Si mal no recuerdo era un día domingo o lunes. Lo primero que llegamos a hacer fue buscar vuelta a Chile. Se supone que había un bus que salía lunes y miércoles y esa era la única opción para volver...porque a pata ¡ni modo! si Uyuni se encontraba a una distancia significativa del paso Ollagüe. No encontramos pasajes para el lunes, así que nos tranquilizamos diciendo "bueno, vamos mañana a buscar pasajes para el miércoles". Y aprovechando el vuelito compramos cupos para un tour que nos prometía conocer el famoso cementerio de trenes y el salar de Uyuni con todas sus atracciones. Quedamos contentos con nuestra inversión. Nos dijeron que teníamos que estar al día siguiente (martes) a las 10:45 afuera de la oficina de turismo para salir a nuestra expedición. Y nos dispusimos a hacerlo: acostada tempranito para levantarnos tempranito, dejar nuestras cosas listas para llegar y salir y estar a la hora acordada. Nuestro panorama se vio algo traicionado cuando llegamos a la oficina y en lugar de haber un jeep -como se nos había prometido- había una medialuna de sillas, cada una de ellas ocupada por un trasero de bolivian@ con un litro de cerveza por cada unx. En eso recordamos que ese día era el último día de los carnavales en Bolivia, lo que era sinónimo de MUERTE POR ALCOHOL EN LAS CALLES. 
Un panorama recurrente en las calles de Uyuni en época de carnaval

Preguntamos dónde estaba el jeep y nos dijeron que estaba por llegar. Creo que pocas veces habíamos escuchado que nos repitieran la misma respuesta por al rededor de una hora. Por supuesto el jeep nunca llegó porque seguramente el dueño estaba muriendo ahogado por su vómito en alguna parte del desierto. Le preguntamos a la encargada que qué estaba sucediendo, que por qué no llegaba el jeep si se supone que saldríamos hace una hora y lo que hizo, básicamente, fue tirarnos los billetes por la cabeza. La mujer me decía "toma, toma (pasándome los billetes), sabes que no quiero tener problemas contigo" y yo le decía "pero señora, el problema ya está porque nosotr@s le pagamos por un servicio que no nos están dando" y me respondía lo mismo pero en un tono cada vez más alto. 
En ese rato conocimos a unos chilenos que estaban esperando el mismo jeep que nosotr@s. Sus nombres eran Vale, Sergio y Cami. Cachamos que andábamos en las mismas: sin mucha plata, chat@s y con ganas y necesidad de volver a Chile. Así que, antes de que nos tiraran los billetes por la cabeza, para hacer hora fuimos a averiguar cuánto salía irse en tren hasta Calama. No recuerdo qué mala noticia fue la que nos llevamos -era algo así como que el monto excedía nuestras posibilidades o que el tren salía un día que no nos servía- pero nos devolvimos con la cola entre las piernas. A ellos también les tiraron los billetes por la cabeza, así que salimos cada uno por su lado a buscar algún tour que estuviese incompleto. En medio de esa búsqueda escuché una voz clamando mi nombre: era un ex compañero de la portales, Benja, y me dijo que a su tour le faltaban dos personas. Fue un gran momento para Maxi y para mí, pues parecía que al final nuestras aspiraciones no estaban del todo truncadas. Yo ya conocía el salar pero Maxi no, así que él era el más feliz entre los dos. A las 11:45 estábamos ya esperando al nuevo jeep que vendría por nosotr@s, la dueña del tour nos había prometido almuerzo, un guía de primer nivel con muchos conocimientos sobre los lugares que visitaríamos...pero este jeep tampoco llegaba. Nosotr@s no quisimos pagar hasta asegurarnos de que el jeep vendría. Ya se comenzaba a hacer tarde y una pareja que estaba en nuestro grupo decidió echar pie atrás en esta empresa, pues ya era "demasiao tarde, gordo...ya no tengo ganas de ir, si no es lo mismo..podemos ir mañana más temprano y nos va a cundir más". En eso, la señora encargada del tour nos dijo que teníamos que cubrir la plata que ellos no pagarían porque ella ya había comprado almuerzo para ocho personas, no para seis -a decir verdad el almuerzo parecía para 4 porque era un pollo bien flacuchento-. La señora se empezó a enojar porque no queríamos cubrir a la pareja que se había bajado del tour y en un chasquido de dedos hizo aparecer a un grupo de 8 españoles y gringos que querían partir al tiro, apareció el jeep, los subió y se fueron...en nuestro jeep....ya se imaginarán todas las puteadas y desagradables palabras que iban y venían después de esta jugarreta de mierda. Yo estaba con mucha paja pero al menos ya conocía el salar. Maxi no lo conocía y obviamente estalló en rabia con la señora. La verdad es que me costaba entender su rabia porque yo ya conocía el salar. Pero traté de mostrarme optimista y de decirle qué cosas quedaban por hacer, que no estaba todo perdido. El Benja nos invitó a un pito para relajarnos y nos lo fumamos ahí, bajo el sol del desgraciado desierto. No sé cómo sucedió pero terminamos en una plaza puros chilen@s pobresweones que habían sufrido cosas parecidas a nosotr@s. Nos tomamos unas chelas ahí e intentamos relajarnos un poco. En eso Maxi me dijo que por qué no íbamos al cementerio de trenes ya que quedaba tan cerca. Así que dije "chalupa. vamos". Discutimos un rato por todas las weás que nos habían pasado hasta el momento y yo trataba de ponerle alegría al asunto diciendo "PODRÍA SER PEOR (a pesar de que estaba cero convencida)". Hasta que llegamos al cementerio y aparentemente nos arreglamos (y digo "aparentemente" porque las fotos lo revelan). Volvimos y nos encontramos con Vale, Checho y Cami. Nos dijeron que habían visto si había pasajes pa irse aunque fuera de pie en el bus del miércoles pero estaba TODO agotado...ahí dijimos "bueno, estamos cagad@s, pero hemos sido tan buena gente que algo bueno tiene que salir de esto. de alguna forma volveremos, aunque perdamos el pasaje en avión de Antofagasta a Stgo". 

En la noche nos tranquilizamos y salimos a dar unas vueltas, comimos unos sandwiches muy buenos y en un milagroso arranque del azar, mientras Maxi iba a buscar algo al hostal, me encontré con la Vale. Me dijo que una señora de su hostal se ofrecía a llevarnos en un jeep que era de su cuñado, hermano, amigo...no sé qué hueá. Muy apretujados cabríamos todos: Vale, Sergio, Cami, la señora amorosa con su hijo, el señor que manejaba con su señora y una guagua de ell@s. Nos pareció una propuesta difícil de creer así que aceptamos al tiro. Al día siguiente tendríamos que juntarnos a las 9 en una coordenadas que nos dieron. Nos acostamos temprano, y el miércoles, a la misma hora que nos pidieron que estuviéramos, estuvimos esperando el jeep en la esquina. Por diversos motivos (no creí en ninguno de los que nos dieron) el jeep se demoró cuatro horas en llegar. Fue en ese rato (esas cuatro horas) en que con nuestros frustrados compañer@s de jeep planeamos negociar lo siguiente: le pagaríamos un poco más al chofer para que nos llevara al salar, de ahí podríamos hacer una tirada directa hacia el paso Ollagüe en lugar de darnos una gran vuelta. Por razones que desconocemos el tipo no quiso cruzar el salar, según él que estaba inundado (estaba igual a como yo lo visité la vez pasada) así que sólo iríamos a la entrada, nos daríamos la vuelta larga y enfilaríamos a Ollagüe.
LO que alcanzamos a ver del salar

A las 4 recién comenzamos a ir hacia allá...cuando de pronto cachamos que el tipo iba medio perdido...se metió en tantos pueblos chicos como pudo, haciendo que perdiéramos tiempo y luz del sol. Cuando ya empezó a oscurecer y no veíamos luces que indicaran que estuviésemos cerca del paso, la señora del chofer empezó a decirle que se devolviera a Uyuni "porque la bebé tiene hambre". Nosotr@s nos impusimos y el tipo siguió camino...al fin vimos unas luces y en lo personal dije "ya  casi estoy en chile, nada me ha de pasar". Entre la aduana boliviana y la chilena habían 2 km de...NADA! estaba todo oscuro y no podíamos ver qué había al rededor. Es por eso que quisimos apelar a la caridad del conductor...sin lograrlo. El tipo estaba cagado de susto porque le iban a pedir el carnet pero lo disimulaba diciendo que "ese no era el acuerdo que teníamos". No sabíamos por qué le costaba tanto encaminarnos 2 kms si ni siquiera le pedirían los documentos. En fin, no quiso hacerlo sino hasta la mitad del camino. Así que, altivos, decidimos sacar nuestras cosas y caminar lo que quedaba (en realidad había muy poco de decisión ahí...era la única alternativa que teníamos). Por suerte los chiquill@s andaban con linterna, así que eso nos ayudó a espantar a los pumas y alienígenas que estaba segura me comerían viva ese día. Corría un viento que reemplazaba mi respiración (tenía que respirar con la boca abierta porque con el frío me caían los mocos y no podía respirar por la nariz) y de pronto dije "se me va a enfriar el cuerpo y moriré". Fue como 1 hr de caminata y por suerte no morimos ni nos secuestraron. 


Dicen que el cielo del desierto se ve así...nunca lo sabré porque caminé mirando para abajo pa no tropezarme con pumas

La aduana chilena supuestamente recibiría una notificación avisando de nuestra tardía llegada (la aduana cerraba a las 22:00, nosotros estábamos llegando a las 23:00). Pero esa notificación nunca llegó. Un paco salió sorprendido a recibirnos sin entender de dónde habíamos salido. Nos hicieron esperar un rato porque todo el equipo de la aduana estaba acostado o tomando chela. Hicimos todos los trámites necesarios, no hubo problema con la pasada, hasta que nos dijeron "ahora vayan a PDI". Y el muy hdp no nos quería dejar pasar porque él no debería estar trabajando en su tiempo libre. Que él había salido a las 10 de la pega y que no tenía por qué atender gente a las 11...al final lo convencimos y nos dijo algo así como "buen viaje, porque en el camino a Calama ya se ha matado harta gente"...bien sincero el hombre. Nos revisaron los equipajes y esperamos a que llegara el marido de Loida -la señora buena onda que nos ofreció llevarnos a Ollagüe-. Era tanta la oscuridad que nunca vimos el auto sino hasta que por alguna razón se prendieron las luces. Estaba esperándonos desde las  22:00  y ya eran como las 00:30. Ahí partimos a Calama en un auto en el que no sé cómo cupimos...realmente no lo sé. Sólo sé que íbamos terriblemente incómodos. No había una posición más cómoda que la otra, todas eran incómodas. 

Llegamos a Calama, nos dejaron en una calle donde había varias pensiones...pero eran las 4 de la mañana. Nadie nos abriría...finalmente Loida se apiadó de estos penosos y pordioseros jóvenes y nos abrío las puertas de su casa -más específicamente las de su cocina- para que nos acomodaramos como pudiésemos. Creo que esta ha sido una de las veces en que más profundamente he sentido ganas de decir "gracias" por todos mis poros a la vez (es algo terrible, sí, e imposible). Estábamos muertos de hambre así que nos dieron pancito y té. Conversamos un rato con César (el marido de Loida) y compartimos varias historias, sobretodo la más reciente. Pusimos los sacos en la cocina y gracias al azar dormimos bajo un techo, sin frío y sin hambre. Al día siguiente nos levantamos temprano porque teníamos que llegar a Antofagasta a las 4. Los chiquillos tenían que irse en un bus a Santiago, así que salieron con nosotrxs de la casa de Loida. Le agradecimos mucho su buena voluntad, de no haber sido por ella habríamos perdido el vuelo. La casa quedaba al lado del terminal, así que llegamos rápidamente. Nos despedimos de lxs chiquillxs en ese tono que uno adopta cuando sabe que no conoce nada a la otra persona pero que hubo una experiencia común que inevitablemente hace surgir la solidaridad. Con Maxi nos fuimos riendo de esta historia en todo el viaje a Antofagasta. Era todo muy improbable, todo podría haber sido peor! Pero no. estábamos ciertos de que llegaríamos ese mismo día a nuestras casas y que contaríamos esta historia a nuestras familias y nadie nos creería o nos tomarían por exagerados.

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