domingo, 17 de junio de 2012

Visitas

Ese algarrobo estaba ahí desde que llegamos. No sé si lo encontraba muy grande porque efectivamente lo fuese o porque mis 6 años eran muchos centímetros más chicos. Pero ese árbol nos acogió en nuestra infancia temprana y no temprana. Forjó nuestras habilidades narrativas y creativas además. Con mis hermanas y primas compartíamos su sombra y fue al alero de ella que inventamos una historia en torno a su figura. El había estado ahí compartiendo terreno con unos muertos que habían sido enterrados ahí y que salían de sus tumbas y luego volvían. La historia también incluía hoyos negros y mucha sangre, eso fue razón para que Percy -el algarrobo- fuese adornado con pintitas de témpera roja que emulaban la sangre derramada por los muertos en el combate contra el hoyo negro que se aparecía en ese cementerio de hace 100 años atrás. Percy forjó nuestro sentido de cohesión grupal, pues reunidas en torno a intereses -musicales, lúdicos- llegamos incluso a construir puentes en las cercanías al árbol por lo que también se forjaron nuestros intentos por establecer contacto con los demás. Teníamos cargos: tesorera, presidenta, enfermera, mantención de los puentes. Teníamos sentido del cuidado de lo que sentíamos que era nuestro. Y lo más importante de todo es que lo pasábamos bien haciéndolo. Hasta que llegó la separación de mis padres, con mis dos hermanas nos fuimos de ahí y Percy quedó triste pero no sólo porque aún estaban mis primas. Después fueron mis primas las que se fueron y Percy quedó definitivamente abandonado. No supimos de él por mucho tiempo, y cada reunión familiar en que aparecían mis primas en algún momento de la conversación aparecía Percy evocándonos mucha nostalgia y deseos de volver a sentirse así. A mi pololo le conté sobre él y lo que hacíamos en torno a él, prometiéndole que algún día lo llevaría a conocer nuestras obras arquitectónicas y al árbol aquel.
Ayer recibí una invitación por parte de mi padre a visitar mi antigua casa -que se encontraba a unos pocos metros de Percy- y la tomé. Sabiendo que me reencontraría con el me preparé y llevé cámara fotográfica para después poder deleitarme mirando las fotos y luego compartirlas con mi hermana y mis primas. A medida que se acercaba el momento del encuentro no me ponía nerviosa, sino que pensaba en todas las condiciones en que podría encontrarse Percy: quizás lo habían talado porque entorpecía el paso de las ovejas cuando iban a pastar. O quizás estaba igual pero la lluvia y los años le habrían borrado las pintitas de témpera. Quizás hasta estaba igual. Pero la intuición me decía que estaba ahí en realidad. 
Nos metimos en la carretera San Martín y enfilamos hacia el lugar. Cada vez parece estar más lleno de outlets y tréboles por la carretera. Antes no era así. Pagamos el peaje que hay que pagar ahora para seguir camino a Colina, miramos el McDonalds que se instaló antes de él y seguimos camino. Hasta Las Canteras parecía haber sido colonizado por la industrialización! No estaban las casas-negocios donde vendían pan amasado para los vecinos...Para meterse al pasaje donde estaba mi casa ya no había que ir por el camino y doblar por la derecha; había que meterse al trébol, darse como cinco vueltas y meterse por la caletera. Así pudimos dar con el pasaje y ya quedaba como un minuto para enfrentarme a Percy. Ibamos por el pasaje y esperaba doblar al final del pasaje a la derecha, pero resulta que a mi casa ya no se llegaba "al final del camino a la derecha": ahora el camino parecía no tener fin y el camino a mi casa era sólo un cuarto de la recta que se perfilaba hacia el horizonte. Doblamos por donde correspondía y el camino de tierra seguía igual. La entrada de mi casa estaba al fondo a la izquierda. Y ahí estaba mi casa: con un jardín mucho más frondoso de lo que era cuando la dejamos. Se notaba lo bien cuidada que estaba. Y en realidad yo siempre supe que no iba a poder entrar a mi casa porque ahora eran otros los que la habitaban. Pero sí sabía que podría acercarme a Percy porque él estaba solo en un terreno donde habían sólo tres casas. Percy era la escala de los perros pastores que guiaban a las ovejas, la escala de los extraños que sacaban manzanas de los árboles aledaños. No bien pensé esto di vuelta mi cabeza hacia la cordillera, donde se encontraba Percy. Y pretendiendo ir a verlo comencé a acercarme. Me encontré con la nada de grata sorpresa de que el camino trazado desde mi casa a Percy estaba atravesado por dos apoteósicas casas con rejas de seguridad con electricidad y perros muy bravos que de ninguna forma me dejarían pasar. No veía al árbol y no podría verlo porque dos familias habían interrumpido el camino que hice tantas veces en mi infancia. Me puso de un humor extraño el no poder siquiera saber qué era de Percy: no se veía, por lo que no sabía si estaba o no estaba ahí. No se podía llegar a él. Esta situación me puso pesimista y pensé que seguramente lo habían talado, pues era innecesario tener un árbol tan feo en el patio (Percy era bacán pero no necesariamente bonito). Al final me dije que era demasiado angustioso pensar en todas las cosas que le podrían haber pasado. Yo quería ver los puentes y se los quería mostrar a mi pololo algún día. Pero lo más seguro es que esos puentes ya no estén, si al final de cuentas los arquitectos de esas enormes casas tenían muchos conocimientos sobre la construcción de ellos y han de haberles parecido ridículos y destruíbles. En fin, no quise seguir cuestionándome qué había pasado con Percy y sus alrededores. Así que mi papá propuso prender el motor del auto y yo no me negué. "Vámonos si no hay nada más que hacer" pensé y le dimos la espalda a las dos casas grandes...partimos. Miré hacia atrás por si acaso. Nada apareció. Doblamos para salir del pasaje y mi ventana quedó mirando a Percy. Y me alegró saber lo aludido que se sintió cuando vi sus ramas despedirse detrás de los tejados de las dos casas.

Gracias google earth por ayudarme a corroborar que sí se trataba de Percy

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